Al señor de la esquina lo siguen sus miserias. Inseparables, de su propia sombra, lo persiguen a plena luz del día. Tiene miserias de domingo lánguidas y melancólicas. Miserias de sobra incrustadas en los zapatos, confundidas y recalentadas. Miserias de café que se escapan por la ventana. Miserias arrastradas, aturdidas y furiosas. Miserias que formulan teorías de complot contra otras miserias. Miserias a intervalos y de larga duración. Miserias obstinadas y ruidosas. Otras, las más complejas, las teje en aquellos silencios largos y distantes que le regala a su espejo cuando decide mirarse.
© Cecilia Varela
© Cecilia Varela
Comentarios
mmm, creo que hasta las mismas dudas ni siquiera se acercan a las miserias. Un buen miserable ni siquiera duda de ello.
mm, creo yo, no sé, me parece...
:)
un abrazo muy grande!
espero verte pronto, me han gustado mucho tus comentarios.
Saludos